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"Opinión"

"¡Bienvenidos!"

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    En esta esgrima de estupideces con Mr. Trump tomemos las cosas con cierta ligereza. Digamos que el tipo, a pesar de estar sentado en la Oficina Oval, no es muy serio y menos estudioso. Lo peor que podemos hacer es tomarlo como alguien racional. Veamos un ejemplo.
    En 1970 la tasa de crecimiento demográfico de México rondaba el 3.5 por ciento, es decir que duplicábamos nuestra población alrededor de cada dos décadas. Muchos mexicanos sin empleo cruzaban la frontera, legal o ilegalmente, año tras año. La cima se dio en el año 2000 cuando de alrededor de un 1 millón 800 mil deportados de EE.UU., sólo 300 mil no eran mexicanos. Pero resulta, aunque Mr. Trump no se haya enterado, que la tasa de crecimiento poblacional se ha reducido notablemente. Hoy la población de México crece alrededor de un 1 por ciento. Para decirlo con toda crueldad, ya no tenemos mucha mano de obra que “exportar”. Más vale que los EE.UU. busquen esa inyección de juventud para su planta productiva, para su sistema de pensiones, en otras latitudes, probablemente Asia.
    Si por algo es atractiva y productiva la región de Norteamérica –incluso frente a China- es, en buena medida, por la mano de obra joven. Pero Mr. Trump ya no la quiere. Ahora nos amenaza con enviar de regreso a los millones de mexicanos que han cruzado la frontera. Para no caer en su histeria platico la historia del roast beef. Si a usted le gusta ese corte de carne, jugoso, crudo y quizá con una papa al lado, no va a encontrar demasiadas opciones serias en la CDMX y menos fuera de la capital. Por supuesto está el soberbio restaurante Churchill’s, pero digamos que no es una opción muy popular. Sin embargo, si el lector viaja a el Bajío y aledaños encontrará una cadena de restaurantes llamada California y algo más. La sorpresa comienza de sur a norte en Querétaro y de allí para arriba. No son restaurantes lujosos, pero la comida es espléndida, un roast beef de primera y por un precio muy razonable.
    Resulta que el dueño emigró a EE.UU. hace tiempo. Allá aprendió el oficio de pinche, mesero y finalmente entró a la cocina de un restaurante especializado en roast beef. La compra y revisión de la carne de calidad, el cocimiento, la temperatura, la guarnición correspondiente y todo lo necesario. Después de aprender el oficio se regresó a su natal Celaya y comenzó con un negocio pequeño. Gracias a la calidad de sus productos y el buen servicio, creció y se multiplicó. Por cierto, importa la carne de EE.UU. Tan sencilla y tan compleja su historia. Pues de esos mexicanos potencialmente exitosos hay millones allá.
    Durante décadas nos quejamos de que los mexicanos más arrojados se estaban yendo al norte. Valorábamos su entrega y pasión, su capacidad de asumir el riesgo. Esa energía es incuantificable, pero es real y muy potente. Entidades como Zacatecas, Hidalgo, Michoacán, Oaxaca, los principales expulsores, vieron vaciarse a muchas comunidades. Aparecieron después esas extrañas edificaciones, construidas con remesas y planos industrializados, preparadas para recibir toneladas de nieve, y que hoy están a la espera de sus moradores que nunca dejaron de pensar que regresarían. Vacías y tristes ahora pudieran entrar a una nueva etapa.
    Esos millones de emigrados –la gran mayoría- han aprendido inglés. Están sirviendo o han servido en la industria y los servicios y han recibido una capacitación informal notable. Como el señor del roast beef. Han aprendido en la práctica muchos oficios y los costos del aprendizaje los han pagado de aquel lado de la frontera. El sistema educativo mexicano difícilmente hubiera podido capacitarlos en esas materias. ¡Ya los entrenaron! Ahora Mr. Trump amenaza con enviarlos de regreso. ¡Genial! sus conocimientos y habilidades pueden, ser fuente de prosperidad en muchas entidades.
    Además, como bien sugiere Gerardo Gutiérrez Candiani ahora encargado de las Zonas Económicas Especiales, muchos de ellos provienen de las entidades más pobres de nuestro País. Allí es donde más los necesitamos. Imaginemos a esos mexicanos que vienen de diversas actividades industriales y de servicios con capacitación, habilidades y dos idiomas, trabajando en las futuras plantas y nuevas empresas. Los conocimientos de los trabajadores que llevan años en el sector de producción de alimentos pueden ser una inyección de modernidad productiva que bien necesitamos en el agro. Tan sólo el aprendizaje del inglés nos ayudaría en el sector turístico y otros. Ellos, los estadounidenses, no aprendieron español en la misma proporción y, como recuerda el gran Gonzalo Celorio, dejan ir la oportunidad de ser la segunda nación con más hispanohablantes del mundo. Ellos se lo pierden.
    Por lo pronto no temamos a los tuitazos y abramos los brazos a esos connacionales, forjados en el esfuerzo, en la lucha y que son un río de energía que estábamos perdiendo.
    ¡Bienvenidos!

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