"Educarse o ponerse a salvo En la pedagogía del miedo"

Cuando los espacios educativos amanecen rodeados de patrullas, policías moviéndose de un lado a otro y versiones de atentados que cimbran a las mismas corporaciones de seguridad, eso quiere decir que cada vez somos menos civilización y más decadencia.

El conocimiento, imposible de arraigar en ambientes de terror, se reduce a mera sicosis.

Ocurrió ayer en Ciudad Universitaria de Los Mochis y desde ahí se dispersó al resto de la ciudad, de la región norte y de todo Sinaloa.

Un mensaje anónimo que el domingo 19 de febrero se deslizó en las redes sociales indujo el rumor de que un estudiante de primer grado de medicina, en una crisis sicópata, asesinaría a varias alumnas del plantel.

La advertencia, es obvio, contenía el llamado a no asistir a dichos espacios educativos y así, letra a letra, centenares de universitarios atendieron la indicación replicando el miedo que durante toda la semana anterior había paralizado actividades en 140 planteles escolares de las sindicaturas de Eldorado, Quilá, El Salado, San Lorenzo, Villa Juárez y Tacuichamona, por presuntos choques entre pistoleros del Cártel de Sinaloa.

Igual que en julio de 2016 en que un reporte de la Secretaría de Educación Pública dio cuenta de la suspensión de actividades escolares en 12 comunidades de Badiraguato debido a que la célula criminal atribuida a los Beltrán Leyva se movía en la zona de La Tuna, con la intención de penetrar en las madrigueras de Joaquín "El Chapo" Guzmán Loera.

El corredor del miedo, que abarca toda la zona centro del estado, desde Culiacán y Badiraguato hasta Elota y Cosalá, impacta las tareas de maestros y alumnos de todos los niveles escolares.

Es cuestión de un mensaje de texto o de un presentimiento para que educandos y educadores salgan despavoridos a sus casas para guarecerse.

La otra franja que vive en zozobra permanente es desde Mazatlán, hasta Escuinapa y Concordia. Los profesores e inspectores escolares son sujetos a una alerta permanente que los sindicatos de maestros y la misma SEPYC han establecido.

El miedo se ha convertido en la contra lección de un sistema educativo que vira peligrosamente hacia la pedagogía de la barbarie.

En comunidades rurales y urbanas de Sinaloa se tienen reportes frecuentes de niños y docentes que ante cualquier tronido onomatopéyico de la bala se tiran al piso y sellan ventanas y puertas.

En zonas muy afectadas por la violencia que perpetra la delincuencia organizada los niños y jóvenes están más pendientes de vigilar qué pasa afuera del aula que en aprender de la clase. Más aun tratándose de regiones en las cuales la alta marginación dificulta que las letras entren con hambre, no se diga pretender que la cultura florezca en el pánico.

Lo vimos ayer en la UAS y debemos preguntárnoslo siempre ¿si el temor a la violencia y crimen fue capaz de ahuyentar de las aulas a los alumnos, de qué tamaño deberá ser el miedo a perder los espacios educativos que, se supone, son el campo consagrado a la razón, el saber y la civilidad?

Re-verso

En vez de conocimientos,

En los salones vacíos,

Con bélicos atavíos,

Dan cátedra los violentos.

Víctimas colaterales

Los instructores del Instituto Nacional para la Educación de los Adultos se encuentran en desobediencia al no existir condiciones de seguridad para ir a las comunidades a alfabetizar a más de 83 mil sinaloenses que no saben leer ni escribir o a los 254 mil con educación primaria inconclusa. Saldos de guerra, por supuesto.

alexsicairos@hotmail.com