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"Editorial"

"Chivo en cristalería"

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26/02/2017

    Editorial

    La estridencia de Donald Trump se asemeja al viejo dicho de un “chivo en cristalería”, no hay tema que toque donde no cause dolores de cabeza, destrozos diplomáticos y hasta la posibilidad de perder amigos, y no sus amigos, sino los de Estados Unidos.
    El fin de semana Trump rompió una de las tradiciones de los presidentes de Estados Unidos, la cena con los periodistas extranjeros que cubren el día a día de la Casa Blanca.
     
    Durante años, esta cena ha cumplido un papel secundario, casi irrelevante si no fuera por un detalle: la costumbre manda que el Presidente acuda ante los periodistas y muestre su lado más amable, su lado simpático.
     
    La reunión se convierte en una especie de válvula de escape, donde vemos a los líderes estadounidenses perder su solemnidad y entrar en el terreno quizá más humano, el de la risa.
     
    Ha habido presidentes excepcionalmente buenos para aprovechar esta reunión y reírse de sus contendientes, de su propio Gobierno y hasta de sí mismos, esa noche se echa mano de los chascarrillos, que, hay que aclarar, tienen un alto valor político.
     
    La cena se realiza desde 1924, George Bush hijo se presentó ahí acompañado de un doble, Bill Clinton o Ronald Reagan hicieron reír a la multitud y Obama jamás las desaprovechó.
     
    Incluso hay especialistas que aseguran que fue en esta cena donde nació la decisión de Trump de lanzarse a la Presidencia. Ocurrió en 2011, una noche en que Obama en el estrado humilló a Trump por atacarlo de manera reiterada.
     
    La humillación de uno de los presidentes más carismáticos que ha tenido la Casa Blanca espoleó a un Trump acallado por la luminosa andanada de críticas que le cayeron encima.
     
    Unos años después, Trump tenía la oportunidad de presentarse en la misma cena, y lo podría haber hecho de manera triunfante, pero ha preferido romper la tradición, quizá angustiado por los fantasmas de sus antecesores.
     
    Por cierto, anoche la premiación de los óscares se convirtió en un “mitin” en contra de Trump, los discursos de actores y directores fueron demoledores, todos contra uno, y en varios de los mensajes desapareció México, como una víctima más de las locuras de un Presidente que vive del escándalo y la paranoia. 

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