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"Opinión"

"Arrecia la tormenta"

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14/01/2017

    Arturo Santamaría Gómez

    Todo se ha conjurado para que el cierre del sexenio de Peña Nieto sea en medio de una tormenta. Con mucho, el mexiquense es el catalizador coyuntural de una crisis estructural. La cual no es tan sólo económica sino también política.
     
    Quizá un político con más oficio hubiese enfrentado mejor el desmoronamiento de un modo de organizar la economía y la política en México, pero poco pudiera haber hecho ante el envejecimiento de un sistema político y un modelo económico que ha concentrado brutalmente la riqueza durante 30 años y se ha abocado a exportar casi a un solo país.
     
    No siempre coincide la crisis política estructural con una crisis económica también estructural como  sucede en México y se agudiza en 2017.
     
    Aparentemente lo que experimentamos es una simple crisis de liderazgo en Los Pinos, más el derrumbe de la credibilidad de los partidos y del conjunto de las instituciones políticas. Lo cual, de suyo, sería muy grave; sin embargo, la crisis política va más allá. Lo que vemos es que la ciudadanía obedece y respeta cada vez menos a los poderes públicos y éstos ya no saben mandar. Se ha roto la ecuación mando-obediencia y, por lo tanto, el Estado se debilita profundamente. El gran árbitro, quien debería impedir que en México el hombre se convierta en el lobo del propio hombre se ha convertido en el principal depredador. En México el Estado ha llegado a ser el lobo del ciudadano. Y no tan sólo de los más desposeídos sino también de las clases medias e incluso de importantes sectores empresariales. Corrupción, impunidad, incompetencia e ineficiencia son las fauces de esa bestia.
     
    El gasolinazo es impúdico, pero en otras circunstancias no se habría generado tanto descontento ni tampoco las constantes movilizaciones que observamos a lo largo y ancho de la Nación. La inmoralidad generalizada de los gobernantes, la cual ya no se puede ocultar en la sociedad red, y ningún aparato propagandístico, por más poderoso que parezca, puede hacer nada por ella, es, quizá, el factor de fondo que principalmente explique la intensa movilización social, virtual y real, que en estos días contemplamos.
     
    Hace escasos cinco años, la propaganda televisiva fue el factor determinante para que Peña Nieto ganara las elecciones. En tan sólo un lustro las redes sociales baten cualquier esfuerzo propagandístico oficial u oficioso. Televisa y TV Azteca ya no pueden hacer nada frente a las redes.
     
    Ni los periódicos ni columnistas oficialistas ni la radio y televisión al servicio de los gobernantes pueden detener la crítica demoledora de las redes. Estas son ingobernables, impredecibles e imbatibles. Falsean la realidad muchísimas veces y crean la suya, esta es una de las facetas de su dinámica, pero al margen de ella, tienen una capacidad crítica, muchas veces destructiva, como pocos medios en la historia de la humanidad.
     
    En este nuevo escenario, o se gobierna de otra manera, más cerca de la honestidad y la eficiencia, o las crisis de gobernabilidad serán más recurrentes y profundas. El Estado y los gobernantes tienen que aprender a hacer política y la administración pública de otra manera ante la sociedad red. Ante esta forma societaria todos nos vemos obligados a ser y funcionar de otra forma. Tenemos que aprender nuevas maneras de comportamiento social.
     
    Así, pues, como en todas partes, en Sinaloa debemos incursionar en el mismo aprendizaje y en las nuevas dinámicas sociales.
     
    Quirino Ordaz y el  nuevo Gobierno deberían tenerlo claro; sin embargo, el gabinete y otras decisiones nos dicen que esto no es así. Varios de sus secretarios simplemente no tienen competencias profesionales para estar en los cargos que se les asignaron. Llegaron ahí por compromisos políticos, sin importar los daños que se le pueden causar a la sociedad.
     
    Aquí nos felicitamos que Enrique Villa Escalera fuera nombrado Secretario de Educación Pública, pero al menos la mitad del gabinete nos hace temblar. Ahí podrían estar sinaloenses mucho más competentes y confiables.
     
    Es cierto que pasamos por circunstancias muy difíciles, pero precisamente por ello los gobernantes deberían tener la altura para responder a ellas.
     
    Quirino es un hombre de pocas palabras, quizá algo bueno ante políticos de abundante palabrería y pocos resultados; pero tiene que demostrar que entiende el momento por el que pasa el País y el estado, y aun siendo parte del sistema y de una clase que no ha entregado buenas cuentas, debe hacer el esfuerzo por ir escribiendo una historia diferente. Él dijo que le quiere seguir heredando a sus hijos un buen nombre. Si no enfrenta lo peor del sistema, sino hace un mínimo esfuerzo por romper las inercias les va a dejar a sus herederos y a los ciudadanos un nombre manchado.
     
    Posdata
    No pueden Quirino y Villa Escalera dar una de cal y otra de arena en los nombramientos que hagan. En educación, deben estar educadores, académicos y científicos comprobados. ¿Por qué una brillante universitaria, como Silvia Paz, en la U de O, y una profesora sin un currículum ad hoc y lustroso para la UPSIN? Una cosa es la educación superior y otra los compromisos políticos.
     

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