Un Gobernador exacerbado por la crítica periodística

    jorge.ibarram@uas.edu.mx

    Un poco de humildad no le caería mal al Gobernador. Popularidad no es igual que un buen desempeño. En Sinaloa no hay nada que presumir.

    Utilizar la expresión “carroñeros” para referirse a cualquier sector de la prensa, independientemente de la modalidad periodística en la que ejerce el oficio, es un exceso de cólera que raya en la intolerancia.

    Por la manera en que se expresa el Gobernador, a leguas se nota que anda sobrado. Cuánto mal hacen esas encuestas que evalúan la popularidad de los mandatarios, como si gobernar se tratara de un concurso de belleza.

    Piensan que por aparecer, ocasionalmente, en los primeros puestos de aceptación ciudadana, eso les da derecho a dirigirse al público crítico con arrogancia.

    Un poco de humildad no le caería mal al Gobernador. Popularidad no es igual que un buen desempeño. En Sinaloa no hay nada que presumir.

    Pero los malos resultados no son el tema de esta columna. En cambio, utilicemos este espacio para denunciar la prepotencia del Ejecutivo estatal.

    A Rubén Rocha no le gustó ser apercibido por organizaciones de la sociedad civil, que en una carta le exigieron abstenerse de estigmatizar a la prensa.

    En su defensa, el mandatario estatal quiso hacer una torpe distinción entre los “auténticos” periodistas, los de a pie, aquellos que generan notas, y los otros, “impostores” y “mercenarios” que venden su pluma.

    Solo mostró la cara más demagógica del discurso populista, aquella que usa la polarización para simplificar la realidad y no tener que dar más explicaciones que la de una infantil historieta de buenos contra malos.

    Y así, sin brindar más argumentos que su palabra, dijo que existen periodistas que le sirven al poder y se vuelven militantes del conservadurismo.

    ¿De qué habla? Si este gobierno está lleno de conexiones con grupos de poder fáctico. Como ejemplo: el impulso a inversionistas extranjeros que pretenden construir una planta de amoniaco en medio de una reserva ecológica; las alianzas políticas con el grupo que controla la universidad; la entrega de Mazatlán a los especuladores urbanos.

    Revelar y darle sentido a toda una serie de hechos aparentemente inconexos, es precisamente la labor de las columnas de opinión, una de las tres piezas que componen el periodismo, junto con las notas y los reportajes de investigación.

    Todas estas facetas del periodismo son fundamentales. Las notas que dan a conocer hechos cotidianos y los reportajes de investigación son importantes, pero tienen un alcance limitado, ya que no cuentan con un contraste teórico interpretativo.

    Por eso muchos columnistas provienen de la academia. Su experiencia en diversas áreas de la ciencia, les permite interpretar los hechos desnudos, para darles una coherencia histórica.

    Curiosamente es este periodismo de opinión el que causa la mayor incomodidad y animadversión a las autoridades, especialmente a las relacionadas con la Cuarta Transformación.

    Esto porque, en la era de la posteridad, a los gobiernos les ha dado por fabricar sus propios datos para nivelar la información dura que no les favorece. Sin embargo, para enfrentar al periodismo de opinión se necesitan argumentos lógicos.

    Contrario a lo que se quiere hacer creer, las opiniones periodísticas no son una sentencia de eruditos arrogantes, son más bien una invitación a debatir de manera pública y transparente.

    Es cierto que existen intereses que guían el periodismo. Por supuesto que hay conciencias que tienen precio. Pero eso es muy fácil de detectar. Al gobierno no le corresponde dictaminar quién es un buen periodista. Los ciudadanos somos lo suficientemente perspicaces para darnos por enterados.

    Quien no se ha dado cuenta, por ejemplo, que el diario La Jornada, antes un referente crítico entre la opinión pública, ahora se ha vuelto en un vocero oficialista del gobierno en turno, y que recibe pagos por publicidad, por ser afín a la ideología del Presidente López Obrador.

    Y aún así no sufre la censura, ni se cancela, ni se dice que es un mal periódico. Por el contrario, se celebra que en México haya medios que recojan todas los criterios posibles. De lo que trata es de reconocer la pluralidad de ideas. Un ejercicio que el Gobernador en turno no está dispuesto a hacer.

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