UAS: ¿la guerra de Ucrania de un gobierno?

EL OCTAVO DÍA
    Hoy, la UAS vive un momento complejo, un umbral nebuloso donde una generación enfrenta a otra generación en un periodo bisagra, circunscrito a estos álgidos tiempos. A veces nos preguntamos los universitarios en activo si todo este proceso de confrontación con la Casa de estudios no fue un ensayo para aplicarse después, según los resultados, a otro nivel con la UNAM, casa de estudios hermana que en el pasado reciente había sido señalada por las inventivas del ocupante temporal de Palacio Nacional.

    Llega el 5 de mayo y es un imponderable reflexionar sobre la Universidad Autónoma de Sinaloa, institución que fue fundada en Mazatlán - entonces capital del estado - por el visionario Gobernador Eustaquio Buelna, luego de concluir la desestabilizadora Intervención Francesa.

    La fecha era más que simbólica y confirmaba el triunfo del movimiento liberal y, de paso, la instalación una nueva modernidad social emanada del espíritu progresista y positivista de la época

    Un ejemplo: el polémico monumento a Cristóbal Colón, ubicado en Paseo de la Reforma hoy derruido por la 4T, fue inaugurado un 5 de mayo por el Presidente Díaz, caudillo liberal y campeón contra las ambiciones de Napoleón III.

    Por un buen tiempo esa fue la fecha predilecta del nuevo régimen para las inauguraciones; el paseo mismo de la Reforma era y es un recordatorio de quienes ganaron la guerra interna y la invasora. Una Universidad en Sinaloa era parte de esa eclosión de renovaciones luego de la llamada gran década nacional.

    Toda Universidad es polémica desde el momento que representa una institución académica, guardián de la ciencia, el conocimiento, no siempre alineada con el poder de los gobernantes o las filias y fobias de una sociedad.

    Aquí surgió como proa del deseo de ilustrar a una población que debía aprender que los gobernantes emanados de la realeza, aliados con una religión o un poder político superior, no contaban de manera innata con el llamado “derecho divino” o la razón por sí misma.

    Hoy, la UAS vive un momento complejo, un umbral nebuloso donde una generación enfrenta a otra generación en un periodo bisagra, circunscrito a estos álgidos tiempos.

    A veces nos preguntamos los universitarios en activo si todo este proceso de confrontación con la Casa de estudios no fue un ensayo para aplicarse después, según los resultados, a otro nivel con la UNAM, casa de estudios hermana que en el pasado reciente había sido señalada por las inventivas del ocupante temporal de Palacio Nacional.

    Hace un año quizás se esperaba que el Rector Madueña claudicase; el Congreso aprobara la nueva ley; y, aprovechándose el vacío de Semana Santa, se consumara el acto de desmantelar el actual estado de las cosas y desactivarse un cabo suelto para la gobernabilidad de este estado.

    No fue así y, lo que parecía un fast track o una marcha sobre Roma como la de Mussolini en menos de tres meses, se demoró en resistencia, movimientos en tribunales y el asunto se empantanó de tal modo que recuerda el impasse actual del conflicto de Putin con Ucrania.

    El edificio de rectoría no pudo ser tomado como si fuera el Palacio de Invierno en la Rusia de 1917, si me permiten usar un símil más acorde con la ideología actual en tiempos oficiales.

    Guardando proporciones, la UAS y la UNAM son muy semejantes y hasta cierto punto equivalentes, no solo porque ambas instituciones usen el color azul y oro como divisa o hayan sido, en los años 60 y 70, las catacumbas de una izquierda intelectual que luego salió a la luz como una sorpresiva clase media, la cual a fin de siglo, nutriría al PRD y luego a los partidos y franquicias políticas más inesperadas.

    La polémica Ley Orgánica de la UAS es muy semejante a la de la universidad nacional y, en su última revisión, colaboró en ella un gran jurista sinaloense como lo es Diego Valadés.

    Me sorprende así la persistente amnesia de no pocos universitarios, en el sentido de que la reforma de la Ley Orgánica era una petición insistente de los sucesivos gobiernos federales, y que pendía desde los años ochenta como una condicionante para que en el futuro la Universidad Autónoma de Sinaloa tuviese mayores recursos y desarrollo.

    Al fin se cedió y la ley cambió, tal como lo pidieron diferentes gobiernos federales del PRI y el PAN.

    Recuerdo que había el temor de que con la ley orgánica actual se perdiese el control democrático y que la universidad pudiese ser manipulada desde el tercer piso del Palacio de Gobierno estatal o la propia Ciudad de México, ya que sus recursos son esencialmente federales.

    Esta ley orgánica no fue un maléfico plan del Rector Héctor Melesio Cuén, sino que fue parte de un proceso inevitable que algunos rectores habían estado demorando desde hace varias administraciones, tratando de encontrar otra ruta que no llegó.

    Recuerdo los tiempos difíciles en cuanto al recurso económico del Rector Jorge Luis Guevara, en los que el coordinador académico de la zona sur nos avisó que ya nos iba a llegar la lumbre de la certificación y el examen Ceneval, como un anticipo de un nuevo trato con los gobiernos, y que era mejor que nos llegara preparados.

    La universidad ya no podía seguir manteniendo ese esquema democrático, que con el tiempo, se volvió un eco de los vicios del sistema político mexicano: uso de bandas de música populares en las elecciones y el acarreo de alumnos. Llegó a decirse que El Recodo le ganó a Julio Preciado en la elección de Gómer Monarrez.

    Eso fue apenas hace menos de 30 años y los sinaloenses se resistían a que una junta académica de notables calificase al nuevo Rector a través de una comisión.

    Cada Rector que entraba le ajustaba las tuercas a la UAS y el mismo gobierno federal aplicaba nuevos lineamientos. Por ejemplo algunas plazas en que se jubilaban ciertos profesores o académicos, ya no eran reconocidas y aparecieron nuevos requisitos para las escuelas y los exámenes de ingreso, finalmente aplicado con un sistema sancionado desde la ciudad de México.

    Ya no existe el pase automático de las prepas de la universidad de las facultades y esa fue unas las cosas que siempre la UNAM peleó a dentelladas.

    En los últimos 50 años, la universidad ha enfrentado tres momentos incisivos con el gobierno del Estado y técnicamente ha vencido los dos primeros.

    En los años setentas la universidad fue intervenida y los hechos más lamentables incluyeron la muerte de dos estudiantes el 7 de abril de 1972, hecho que llevó a la renuncia del Rector impuesto por el Estado, el doctor Gonzalo Armenta Calderón.

    Años después, a inicio de los 80 siendo Gobernador Antonio Toledo Corro, de quien fue secretario del Ayuntamiento de Armenta Calderón, durante su presidencia en 1960, volvió a suceder. El desafío que se intentó quitar las escuelas preparatorias a la universidad.

    Aunque se ha culpado a don Antonio por esa cruzada, es importante también enclavar ese asunto en un fenómeno nacional y en donde se veían las universidades como un semillero de grillos comunistas y había una guerrilla en activo. Yo ese tiempo estuve en la primaria y y me tocó que siempre nos insistía en que debíamos estudiar carreras técnicas.

    Fueron años de movilizaciones, muy intensas y manifestaciones agresivas. Aunque la universidad era mucho más pequeña que ahora, el Estado se sacudió. Y finalmente el proceso llegó a su fin con una victoria para la universidad, en buena parte gracias a las acciones de Jesús Reyes Heroles y el manejo político del Rector Jorge Medina Viedas... que de todos modos tuvo que estar negociando constantemente los recursos, al no recibir subsidio completo.

    Ahora estamos en la espera de ver el siguiente episodio de esta guerra asimétrica de baja intensidad donde Sinaloa sigue confrontada. ¿Cuál será la diferencia básica? Que esta ocasión, el asunto llegó -y desde el inicio- a los tribunales.

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