La hipótesis del autosecuestro y la pérdida de credibilidad de la ciudadanía en el PAS

    Bajo este escenario electoral y tomando en cuenta los antecedentes del Partido Sinaloense, así como los apuros legales en los que se encuentran sus líderes, era natural que la gente se cuestionara si la desaparición de los pasistas era real, o una mera estrategia del partido. Y aunque su líder moral acusa a periodistas y medios de comunicación por sugerir la hipótesis del autosecuestro, en realidad la culpa de la desconfianza la tiene el mismo Partido Sinaloense, por desplegar, en todos estos años, la más facinerosa, maquiavélica y perniciosa actividad política en el Estado.

    Cría fama y échate a dormir. Todo mundo conoce el cuento de Pedro y el lobo; la historia de un pequeño pastor de pueblo que, de tanto mentir, los vecinos terminaron por ignorar sus gritos de auxilio cuando verdaderamente lo necesitaba.

    Lamentablemente esto ocurrió ahora que el Partido Sinaloense reportó como desaparecidos a dos de sus colaboradores, en situaciones que levantaron sospecha por el manejo político que intentaron darle al evento.

    Y es que, desde sus inicios, los líderes del PAS se han caracterizado por su disposición a realizar cualquier estrategia con tal de aumentar su poder e influencia.

    En su tránsito de asociación civil a organización política, el cuenismo no vaciló en utilizar a la Universidad como palanca para conseguir el número de afiliados requeridos para el registro del partido.

    Trabajadores y estudiantes fueron afiliados forzosamente o sin que se dieran cuenta; y en los bachilleratos se organizaban reuniones con padres de familia, donde se les pedía copia de su credencial de elector.

    Cuando finalmente el PAS fue lanzado como partido, su estrategia inmediata fue venderse al mejor postor. Siempre se han promocionado como una organización capaz movilizar su estructura para inclinar la balanza en favor del que ofrezca las más grandes prebendas.

    Hicieron alianzas prácticamente con todas las organizaciones partidistas, de izquierda y de derecha, progresistas y conservadores, laicas y en favor de valores cristianos. Se evidenciaron como un movimiento sin congruencia y sin principios ideológicos.

    Al interior de la Universidad tampoco mostraron escrúpulos a la hora difamar o deshacerse de rivales. Despidieron injustificadamente a profesores de mucha trayectoria. A muchos de ellos incluso se les negó su reincorporación a pesar de laudos que así lo mandataban.

    Y ahora que salió a la luz pública la corrupción del partido en torno a la UAS, sus líderes se las han ingeniado para desviar la atención hacia una supuesta persecución política. Con una mano golpean y con la otra exigen más presupuesto.

    Luego esgrimen la defensa de la autonomía como escudo para evadir auditorías y entorpecer los juicios por los que ya están formalmente acusados.

    Como preparación para la batalla que se les venía encima, repartieron discrecionalmente plazas de tiempo completo y asignaron a sus allegados cientos de puestos de confianza, sin importar el quiebre de las finanzas universitarias.

    Todo con tal de asegurar una base social de respaldo en estos meses en los que coinciden las elecciones con la defensa de su coto de poder en la UAS.

    En esta última etapa, en la que sienten la soga en el cuello, es cuando el Partido Sinaloense ha revelado abiertamente su verdadero rostro manipulador, cínico y chantajista.

    Sin tapujos se propusieron tomar de rehén a la educación pública en Sinaloa para desestabilizar al Gobierno del Estado y confrontar al Gobernador con el Presidente de la República, y de esa forma forzar una negociación.

    Como lo anterior no les ha dado los resultados, lo que han hecho es interpretar la ley a su conveniencia para ganar tiempo. En los juzgados utilizan estrategias dilatorias, inventan enfermedades para no acudir a las audiencias, y luego se dejan ver rozagantes de salud encabezando mítines.

    Finalmente, en su búsqueda por sobrevivir se aliaron con el bloque opositor, conformado por el PRI, PAN y PRD, partidos que para su mala suerte parecen no levantar en las encuestas ni en el ánimo del electorado.

    Pero en el ámbito nacional se sabe que el punto débil de este gobierno morenista es la inseguridad, y por esa razón el clima de violencia se ha posicionado como el eje de la campaña para restarle puntos al partido que lleva la delantera.

    Bajo este escenario electoral y tomando en cuenta los antecedentes del Partido Sinaloense, así como los apuros legales en los que se encuentran sus líderes, era natural que la gente se cuestionara si la desaparición de los pasistas era real, o una mera estrategia del partido.

    Y aunque su líder moral acusa a periodistas y medios de comunicación por sugerir la hipótesis del autosecuestro, en realidad la culpa de la desconfianza la tiene el mismo Partido Sinaloense, por desplegar, en todos estos años, la más facinerosa, maquiavélica y perniciosa actividad política en el Estado.

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    jorge.ibarram@uas.edu.mx

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