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    Sorprende la incapacidad de los intelectuales asesores y/o cercanos a Xóchitl Gálvez para entender o aceptar que mientras no haya nada que supere el poderío que producen los programas sociales en el imaginario popular, ningún discurso, por más bien que esté escrito y dicho, y que, incluso, corresponda en gran parte a la realidad, podrá superar la narrativa objetiva que ha creado la 4T en el bolsillo y los hogares de las mayorías sociales y votantes.

    Los comentaristas políticos pro Xóchitl desean que el discurso del domingo pasado en la Arena México sea la resurrección de la candidata frentista. Así lo han escrito, esperanzados, destacados intelectuales como Héctor Aguilar Camín, Enrique Krauze, María Amparo Casar, Jorge Castañeda y un largo etcétera.

    Evidentemente ese es su deseo, lo cual es plenamente válido, pero habrá que esperar las encuestas posteriores al evento de la Arena México para ver si ha logrado subir las expectativas de la ingeniera Gálvez. No obstante, podemos adelantar una interpretación a las opiniones de esos articulistas.

    Al margen de que ellos son destacados propagandistas de la candidata del frente opositor, lo cierto es que han abandonado todo criterio de objetividad al analizar la realidad. Nadie, es necesario reconocer, está exento de preferencias ideológicas, nadie está a salvo de, al menos, un margen de subjetividad interpretativa, pero más allá de la percepción y los deseos propios están los datos, sobre todo los cuantificables, porque en una elección estos son los que más cuentan. Es decir, no hay encuesta alguna que pueda dar un mínimo sustento a la creencia apresurada de que Xóchitl ha resucitado.

    Por otro lado, el discurso del que hablan los simpatizantes de la hidalguense, en efecto, fue bueno, bien escrito y bien leído (ya no se le descompuso el telepromter a Xóchitl), pero de ahí a que esa lectura ya haya marcado un antes y un después en el electorado es, simplemente, un absurdo, un infantilismo. Afirmarlo, es creer que la inmensa mayoría de los lectores está totalmente conectada con las acciones y decires de la candidata y que fueron convencidas por la fuerza del texto de la frentista, lo cual simplemente no es cierto. Los discursos, por más poderosos que sean, tardan en propagarse y asimilarse en los grandes públicos. Quienes los siguen, e incluso se entusiasman de inmediato con ellos, son los feligreses partidarios.

    Por otra parte, el discurso dominguero de Xóchitl tendrá que derrumbar la creencia de las mayorías electorales de que el gobierno de AMLO las ha beneficiado. Y no hay que olvidar que esa creencia está basada en pesos y centavos que entregan los programas sociales. No se equivocan quienes dicen que esos programas compran votos. Muy cierto, pero eso es lo que hacen los gobiernos con sus políticas públicas. Si convencen compran votos, si no convencen sólo compran votos de los casados con las ideologías.

    El discurso que entusiasma a los intelectuales que traen la X en la frente tiene que arrebatarle a Morena los votos de aquellos que hacen su vida más llevadera con los dineros de los programas sociales, si no sólo entusiasma a ellos y a las capas sociales que ya de por sí rechazan a la 4T, a AMLO y a Claudia Sheinbaum.

    Pero la desventaja del discurso xochilista es demasiado grande ante la realidad contundente de los programas sociales morenistas, sin importar el fracaso de la 4T en seguridad, salud, educación y otros rubros importantes.

    Sorprende la incapacidad de los intelectuales asesores y/o cercanos a Xóchitl Gálvez para entender o aceptar que mientras no haya nada que supere el poderío que producen los programas sociales en el imaginario popular, ningún discurso, por más bien que esté escrito y dicho, y que, incluso, corresponda en gran parte a la realidad, podrá superar la narrativa objetiva que ha creado la 4T en el bolsillo y los hogares de las mayorías sociales y votantes.

    Y mientras los asesores de Xóchitl por fin le elaboran un buen discurso, las torpezas de Marko Cortés y Alito Moreno revelan que lo que realmente les interesa es el regreso al poder para repartírselo como botín. Si Coahuila es el mejor ejemplo de ello, la distribución de candidaturas también lo demuestra. Por ejemplo: en Sinaloa la fórmula que presentan para disputar los asientos en el Senado, Paloma Sánchez y Eduardo Ortiz, está ideada para meter a esta dama como Senadora de minoría pero no para competirle a Morena. La señora Sánchez es prácticamente una desconocida en Sinaloa. Y, en Mazatlán, el PAN desplaza de la candidatura a la Alcaldía a un experimentado, aunque poco simpático para las masas, Juan Alfonso Mejía, y se la cede mediante arreglos cupulares a Guillermo Romero, quien semanas antes se decía un convencido ebrardista y amloísta, y unos días después, con muchísimo dinero, ya es un recalcitrante prianista. Por cierto, sus huestes difunden la especie machista de que, si Morena propone una mujer, específicamente a Estrella Palacios, tienen el triunfo en sus manos. Están convencidos que la ciudadanía mazatleca es tan misógina que tendrá que inclinarse por un hombre. No conocen a la sociedad patasalada.

    Al margen de que la lista de candidatos morenistas sinaloenses a cargos federales y locales se ha postergado, lo cierto es que tienen a su favor la enorme influencia del sello de Morena, prácticamente sinónimo de López Obrador. Todos ellos recibirán alrededor del 30 o 35 por ciento de votación tan solo por estar en la lista del partido del tabasqueño. Y si la ventaja de Claudia Sheinbaum sobre Xóchitl Gálvez se mantiene en un promedio de 20 por ciento o incluso se agranda para finales de mayo, es posible que, en la mayor parte del País, incluyendo Sinaloa, la victoria de Morena sea arrasadora.

    Posdata

    Murió el admirado y querido novelista José Agustín, Premio Mazatlán de Literatura en 2005. En México nadie como él entusiasmó tanto a la juventud de varias generaciones a leer y escribir novela y cuento. Deberíamos recordarlo en el próximo Carnaval.

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